Elijamos vínculos claros y sanos

Decidí que ya no quiero más vínculos confusos.

Quiero todo claro, recíproco, mutuo y sano

En algún momento de la vida muchas personas llegamos al punto en el que decidimos: ya no quiero vínculos confusos. Tal vez porque hemos vivido relaciones donde las palabras no calzaban con las acciones, donde la reciprocidad no estaba presente o donde no recibíamos algo acorde a lo que entregábamos. Y esas vivencias nos van ayudando a ver que la claridad en los vínculos es una de las bases necesarias para nuestra salud mental.

Optar por relaciones claras, recíprocas y mutuas no significa exigir perfección. Significa desear espacios donde lo que se da y lo que se recibe circula de manera justa y amorosa. Relaciones donde podemos expresar lo que sentimos sin miedo al conflicto o a ser malinterpretados, donde existe un interés genuino por escuchar al otro y el espacio para ser escuchados.

Cuando hablamos de claridad, hablamos de comunicación abierta, de poder decir “esto necesito” o “esto me incomoda” sin quedarnos atrapados en suposiciones o en el silencio. La reciprocidad, por su parte, nos recuerda que el amor, la amistad o la compañía no son unidireccionales porque ambas personas merecen sentirse vistas, valoradas y cuidadas. Y lo mutuo se transforma en ese soporte que nos brinda confianza para abrirnos de verdad.

Tal vez implique poner límites firmes o incluso alejarse de quienes no estén dispuestos a compartir desde la honestidad y el respeto. Pero cada vez que decidimos soltar lo confuso y abrazar lo sano, estamos eligiéndonos a nosotros mismos y a nuestro bienestar, nuestra paz interna y la posibilidad de crecer en entornos donde florece lo auténtico.

La terapia muchas veces acompaña a las personas en este proceso en donde descubren que al tomar distancia de esas relaciones que nos producen un gran desgaste emocional aparece un nuevo espacio para construir vínculos más nutritivos. Esa decisión marca un antes y un después, porque empieza a hacer posible conectar desde un lugar más más consciente y más amoroso.

Psicóloga Karen Klein